Cates del día

CATES DEL DÍA

Cates del día es una locución que tiene el sentido de ‘en días alternos, un día sí y otro no’ Yo le doy un barriscón a la casa cates del día y va que chuta.

En realidad, se trata de una curiosa deformación de cada tercer día ‘día por medio’ que, a través de ca tercer día por caída de la d, se descompone en ca-te(r) cer día por falso corte sintáctico, para reagruparse por ultracorrección en cates del día.

—Te pasas la vida en la taberna. No se te cae la casa encima.
—Si na más que voy un ratino cates del día.
—Sí… ¡cates del día y el del medio!

Es decir: un día sí y otro también, diariamente.

El Diccionario de la L. E. registra la locución temporal cada tercer día como ‘un día sí y otro no’. Este significado se justifica porque se cuenta de manera inclusiva al modo romano (resucitó al tercer día) al incluir tanto el inicio como el final de la serie, final que a la vez es el inicio de la siguiente: Pensando en los días de la semana, por ejemplo, el lunes es el día 1, el martes el 2, el miércoles el 3 y este último día se reinicia el conteo; de esta manera, cada tercer día equivale a ‘en días alternos’ no a ‘cada tres días’ como pudiera parecer: Tómese este medicamento cada tercer día. (lunes, miércoles, viernes, etc.)

Y así es empleada por el canario Pérez Galdós en uno de sus Episodios Nacionales (1873):

Dicen que cuando doña Restituta entra en la iglesia, roba los cabos de vela para alumbrarse de noche, y cuando va a la plaza, que es cada tercer día, compra una cabeza de carnero y sebo del mismo animal, con lo cual pringa la olla, y con esto y legumbres van viviendo.

Actualmente se conserva sobre todo en el español americano, especialmente en México. Como en la reciente novela histórica «Hijo de Tigre» (2021) del veracruzano Mario Heredia:

No tendría nada de malo que la gente se bañara cada tercer día, ¿pero cada semana? Y los dientes. Dios santos. Ese tufo que muchos caballeros y damas de largos apellidos tienen. Como si junto a sus títulos nobiliarios también heredaran los tufos de sus antepasados muertos.

En todos estos casos, como se puede comprobar, esta expresión se puede sustituir entre nosotros por cates del día.

En el pueblo, los trabajos y los días se sucedían serena y tranquilamente por aquellos entonces en que, pongamos por caso, unos borceguiles costaban una arroba de aceite; dos o tres panes, una carga de leña o medio almude de trigo; y la cuenta de la tienda se saldaba a la dita con un güevo cates del día.

©Juan-José Becerra Ladera

Tu aportación