Peba

PEBA

Una peba es una pepita, una ‘semilla de ciertos frutos como el melón, la sandía la calabaza…’ Recoge las pebas del melón pa dejarlas de simiente. También semilla comestible de la almendra. Esta almendra está vana, tiene la peba seca.

Otras frutas que tienen pebas son el tomate, la pera, la manzana, la uva o la naranja. También se emplea por pea, borrachera: ¡Vaya peba lleva el mozo!

Es la forma predominante en el suroeste de Badajoz; en el resto de la provincia prevalece la más académica de pipa. En la Alta Extremadura se oye también pipo para designar la ‘semilla de la fruta’, sea un hueso (de aceituna o de cereza) o una pepita (de pera, uva o naranja).

Ser de la peba ancha es ser de la clase más pudiente y adinerada del pueblo. Peba equivale a ‘ninguna cosa, nada’ en la expresión “ni peba”: No sabes, no tengo ni peba

Como el portugués peva (con v labiodental fricativa) que se emplea con el sentido de ‘poca cosa, nada’ (Isso não significa peva!); por reducción de pevide, con el mismo significado y origen que la forma castellana pepa o pepita ‘simiente de algunas frutos carnosos’. También en gallego pevida ‘id’, que se convierte en pebida, pebía y pebita en algunos lugares de antiguo reino de León. Formas que proceden todas ellas del antiguo romance común pepón ‘melón’ (del latín pepo, genitivo peponis).

La palabra latina es abreviación del griego clásico μηλοπέπων (melo-pepon, literalmente manzana madura), griego actual πέπωνι (peponi) ‘melón’. Y es que el adjetivo πέπων (pépon) significa  propiamente ‘maduro, dulce, blando’, probablemente del verbo πέπτω (pépto), ‘madurar’. Así que el antiguo nombre del melón pepón se tomó como aumentativo por su aspecto, de donde los diminutivos pepita y pepino. El mismo origen que pipo, pipa, pepa y peba (esta con sonorización de la p intervocálica) o peva.

En «El arrullo de la tórtola» (Memorias de un zagal del pueblo), aparece esta palabra:

Le abría el pico (a la tórtola) para echarle los bagos de trigo y rebuscaba otras semillas del campo, que ablandaba en la mi boca de donde las cogía ella, hasta que aprendió a comer sola. También comía pipas de girasol y no le faltaba ni su ración de arena ni su lata llena de agua. Durante la siesta, me entretenía pelándole las mejores pebas. De aquellas que poníamos a secar en el poyo de la zotea, las de los melones que salían más dulces y sabrosos y que reservábamos pa simiente.

©Juan-José Becerra Ladera

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