Magarza

MAGARZA

La magarza es una ‘especie de manzanilla silvestre muy abundante en nuestros campos con la flor de pétalos blancos dispuestos alrededor de un botón circular de color amarillo’. No te revuelques en la magarza que te va a picar todo el cuerpo.

Sin precisar en principio la especie botánica dentro de la extensa familia de las compuestas (margarita, vellorita), se considera una mala hierba común en los cultivos de trigo, de ahí tantos nombres despectivos que recibe como manzanilla bastarda, borde, burrera, falsa, hedionda, loca… en oposición a la manzanilla buena, casera, dulce…

Más malo que la magarza, se dice de alguien que es más malo que el purgón o que la rúa, muy malo, ser una persona dañina e inmoral.

En el Diccionario de la L. E. magarza aparece como sinónimo de matricaria, otra planta de las compuestas (Matricaria chamomila) de aspecto semejante a la manzanilla que se emplea en infusión, más rara en estos pagos; por lo que el nombre magarza debe corresponder a otra especie más abundante como la llamada ‘manzanilla loca o silvestre’ (Anthemis arvensis). En algunos casos aplicado sin precisión a otras margaritas silvestre, con variantes locales como gamarza, agamaza, amagarza, amargaza, armagaza y otras yerbas. Érase una vez…

La harmala o ‘ruda siria’ (Peganum harmala), una planta de la familia de las Zigofiláceas, de olor desagradable, hojas carnosas, flores blancas y semillas de las que se extrae un alcalóide (harmalina) con propriedades narcóticas o alucinógenas y fama de mágica y hechicera. Los árabes la llamaron al-harmal difundiéndola hasta España desde Oriente donde era conocida y empleada desde antiguo para producir estados desinhibidos de euforia y dulce embriaguez (la ayahuasca mediterránea que se dice). Esta planta no pula en la tierra que pisamos, sino es en los áridos yermos de Murcia y Almería, pero el nombre de harmala, alterado en alharma (por metátesis o transposición de sonidos) designó después una planta más cercana de la familia de la ruda con el rótulo infame de alharmagaza mediante el sufijo despectivo –gaza, por su desdoro como abortivo y mal olor. Con el tiempo fue mutando gastada por el uso en harmagaza y amagarza. Más irreconocible cada vez, terminó dando nombre a otras plantas de botón amarillo y pétalos blancos de sospechosa reputación como la magarza ‘manzanilla bastarda’, de las Compuestas, para seguir alterándose en gamarza (otra metátesis) y demás variantes locales como amargaza.

En fin, toda una odisea, de flor en flor y de boca en boca, el azaroso recorrido lleno de peripecias de esta palabra a través del tiempo y del espacio, desde la antigua Persia hasta la Península Ibérica (pasando por las civilizaciones mesopotámica, griega, romana y árabe). Y no es desmesura, pues según recuerda el mismísimo Linneo al bautizar la ruda siria: «Entre la ruda (latín ruta) y esta especie hay un parecido bastante grande, por lo que dejé a un lado el bárbaro nombre de Harmala (de origen sirio) y me atuve al nombre griego de la ruda, Peganum».

En Portugal magarça es la designación común extensiva a diferentes plantas de la familia de las Compuestas que se caracterizan por el receptáculo amarillo y los pétalos blancos. Magarsa en Las Canarias para otras especies semejantes de las islas. En León y Salamanca, también magarza: Con haber llovido tanto, están los prados llenos de magarza. Seguramente el nombre no se refiera a la misma planta, sino que en cada lugar del occidente peninsular e insular atlántico se adapte a la especie más aclimatada de tan numerosa familia.

Este nombre de magarza que recibe en Feria es el de mayor extensión en Extremadura (Llanos de Cáceres y Sierra de Fuentes, Comarca de Mérida, Tierra de Barros, Campos de Zafra, Sierra Suroeste, Campiña Sur), con variantes esporádicas de magarsa (Fuente del Maestre, Olivenza), gamarza (Don Benito, Campanario, Cabeza del Buey, Madroñera, Montánchez, Torrecillas de la Tiesa, Madrigal de la Vera), garmaza (Talarrubias, Orellana la Vieja), amagarza (Fregenal de la Sierra) agamarza… Otro origen tienen el nombre de saltaojos (Garbayuela, Garlitos).

Luis Chamizo, el poeta de Guareña, emplea esta palabra en su poema «Extremadura» (1942):

Un perrillo nervioso corretea
por entre las magarzas del lindero,
meneando la cola. Cuatro galgos
se mantienen, astutos, al rececho.

Por su parte, el campanariense Reyes Huertas emplea la variante gamarza en su novela «La sangre de la raza» (1919):

Medina preguntó por qué no habían segado aquello. Los trabajadores, algo hoscos, callaron. Al fin, uno de ellos explicó: Tenía el trigo tanta gamarza que no lo podían segar bien sin peligro de que les picara las manos y los pies.

Al final, la humilde y despreciada magarza, que evoca el abulense José Jiménez Lozano en un poema (2013), entre otros yerbajos siempre será tu compañera fiel contra el olvido:

Aunque la cruz no señalara
allí donde tú yaces, esa rosa
violácea del cardo campesino
y la magarza allí estarán.
¡Qué tarde vas a comprender que este
cardo, y magarza y los yerbajos,  
el llantén, la grama, malvas,  
el saúco, son el amor eterno!

©Juan-José Becerra Ladera

Tu aportación